En este post veremos el origen de algunas de las palabras
que normalmente usamos en nuestro día a día, pero que nunca nos hemos detenido
a reflexionar sobre su origen o procedencia. Muchas veces es interesante
conocer el fundamento original de las palabras para llegar a descifrar
correctamente su significado y ser conscientes de toda la evolución que ha
podido sufrir una palabra a lo largo de la historia de la lengua.
A continuación, analizaremos algunos ejemplos:
Símbolo: Procede del latín symbolum, y este del
griego σύμβoλoν, a que su vez vendría del verbo συμβαλλειν,
que significa literalmente «lanzar junto a». De este modo, metafóricamente
consistiría en lanzar dos objetos juntos para llevar a cabo una comparación.
Por otro lado, en su origen más primitivo, un símbolo era
un objeto dividido en dos cuyas partes era conservadas por dos personas y
servía para reconocer su compromiso.
Como curiosidad, símbolo se opone etimológicamente
a diablo, y por lo tanto, el adjetivo simbólico se
opondría a diabólico.
Diablo: Su origen se encuentra en el verbo griego διαβαλλειν,
que significa «lanzar a través». Es decir, indica una idea de separación,
todo lo contrario que el étimo de símbolo, que indicaba reunión.
Posteriormente, la Iglesia adoptó del griego esta palabra
y la introdujo en sus textos para hacer referencia al demonio, el cual tiene la
misión de separar la los cristianos del camino de Dios, lanzando mentiras y
calumnias.
Perro: El origen de esta palabra es nuestro idioma es
incierto. Corominas opina que proviene del sonido «prrr» con el que los
pastores incitaban a sus animales a controlar el ganado.
Su otra forma más culta, can, procede del latín canis
y también da nombre al ave que conocemos como «canario». El can nativo de las Islas
Canarias da nombre al archipiélago, llamado así por la gran cantidad
de canes que habitaban en tiempos de la colonización romana.
Antiguamente, un conjunto de canes se
denominaba «canalla», que hoy en día ha pasado a designar a gente baja o
que es despreciable.
Escudo de Canarias con canes a modo de soporte en ambos lados.
Lechuga: Esta palabra procede del latín lactuca, la cual
deriva de lac, lactis, que significa «leche».
Algunos tipos de lechuga, como la lechuga silvestre,
segregan un líquido blanco parecido a la leche, el cual fue el que dio en su
origen el nombre a la planta.
Sarcasmo: Deriva del latín sarcasmus, y este del griego σαρκασμός,
que se formó a partir del verbo σαρκάζειν (desollar), con origen
en σάρξ (carne).
Con el paso del tiempo, su significado a pasado a ser el
de «burla mordaz o sangrienta»; metafóricamente, estas burlas pueden ser
tan hirientes que es como si te arrancaran parte de la carne del cuerpo.
Tiquismiquis: La RAE define esta palabra como «Escrúpulos
o reparos vanos o de poquísima importancia». Se suele emplear para describir a
una persona escrupulosa.
Su origen se halla en los pronombres latinos tibi (para ti) y mihi (para mí). Al pronombre mihi se le añadió una «c» por
ultracorrección dando como resultado michi.
Este fenómeno fue adoptado por tibi
debido a un proceso de analogía y evolucionó a tichi. Así que la expresión tiquismiquis
procede de tichi michi, que
literalmente significa «para ti, para mí», como una especie de juego de
palabras que consiste en discutir por algo insignificante.
Capricho: Esta palabra
significa «determinación que se toma arbitrariamente, inspirada por un antojo,
humor o deleite en lo extravagante y original». Procede del italiano capriccio, que vendría, según la
Larousse, de capra (cabra en latín),
un animal cuyos brincos son imprevisibles.
Sin embargo, el francés Gérard Genette sostiene que
deriva de la palabra caporiccio
(cabeza rizada), que al perder la «o» quedó en capriccio.
Por otro lado, el Breve
diccionario etimológico de Corominas dice que en el siglo XIII «capricho»
significaba horripilación y escalofrío (lo que explicaría lo del
pelo rizado), y que luego cobró el sentido de «idea nueva o extraña en una obra
de arte». Ambas interpretaciones se avienen en la expresión «estar como una
cabra» (conducta caprichosa).
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